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La recuperación del Beti Jai

La protección jurídica

Tras su cierre como frontón, Beti Jai comenzó una accidentada historia. Las ocupaciones y usos fueron múltiples, desde la instalación del Centro de Ensayos de Aeronáutica hasta concesionario, garaje y taller mecánico, pasando por fábricas de diversa índole y viviendas. La degradación del inmueble era evidente, pero la sociedad madrileña se mantenía al margen de la decadencia de Beti Jai.

El punto de inflexión lo marcó un extenso artículo publicado en 1962 por la revista «Dígame», que repasaba la historia del frontón, su mal estado de conservación e incluía un reportaje gráfico de Martín Santos Yubero. Esta publicación despertó el interés de algunos sectores de la sociedad y fue el germen de un sentimiento de protección hacia el viejo frontón.

En 1977, el Colegio de Arquitectos de Madrid publicó un estudio sobre la necesidad de proteger el edificio, que incluía una ficha técnica del inmueble con datos sobre la historia del proyecto y sus características arquitectónicas. Con ello, el Ayuntamiento de Madrid se movilizó y ordenó una inspección para valorar su futura protección. Ese mismo año se inició el expediente de declaración de Monumento Nacional.

A lo largo de los años, muchos ilustres personajes pidieron la protección de Beti Jai, como el diplomático Julio Cerón o Fernando Chueca Goitia, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que en 1991 impulsó la declaración del frontón como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento, consiguiendo ese año la incoación del expediente.

Pese a estas tentativas, el deterioro no se frenó y a las transformaciones derivadas de los diferentes usos y a las sucesivas reformas se sumaron los intereses especulativos para aprovechar el valor de un solar ocupado por un edificio ya muy alterado.

A comienzos del siglo XXI la preocupación social por el estado del frontón tomó forma en la plataforma «Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid».

Los movimientos ciudadanos fueron decisivos a la hora de acelerar los procesos administrativos. Así, el 9 de febrero de 2011, la Comunidad de Madrid declaró Beti Jai Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, concediendo con ello la máxima protección legal al inmueble.

La propia declaración señalaba el mal estado de conservación del edificio y consideraba fundamental realizar una intervención que preservara sus valores patrimoniales.

En 2012, al objeto de garantizar la preservación del frontón, el Ayuntamiento de Madrid comenzó un proceso de expropiación forzosa que concluyó en 2015. A continuación comenzaron las obras de consolidación estructural y restauración, tras algunas intervenciones urgentes que se habían realizado en años anteriores.

La restauración

El proceso de recuperación de Beti Jai fue lento y complejo, debido al estado de conservación en que se encontraba el frontón, y se extendió desde la finalización del proceso de expropiación en 2015 hasta 2019.

El estado de conservación

En una primera fase de la restauración, se llevaron a cabo algunas actuaciones de carácter urgente, como la colocación de un andamio en la fachada principal para su protección y estudio detallado; el apuntalamiento general del edificio; el levantamiento planimétrico y topográfico que recogía la situación de estructura real, desplomes de muros, figuraciones, etc.; el estudio de la red de saneamiento; el análisis del estado de la estructura y la cimentación a partir de diversas catas y ensayos para comprobar los niveles de apoyo de los muros de carga; así como el estudio del estado y dimensiones de viguetas, muros y otras estructuras.

Tras estas primeras intervenciones y estudios se comprobó que el frontón mantenía aún su integridad y conservaba sus elementos fundamentales. La estructura no parecía haber perdido estabilidad, aunque algunas superficies y ornamentos presentaban graves deficiencias y las humedades habían degradado la cubierta de pilares de hierro y madera.

Para abordar la restauración —promovida por el Ayuntamiento de Madrid bajo la dirección de la arquitecta municipal Mariluz Sánchez Moral— se dividió el proceso de trabajo en fases de actuación según los diferentes materiales y elementos constructivos, así como según su estado de conservación.

Fotografía del estado del graderío y la pared izquierda después de la restauración. Fotografía del estado del graderío y la pared izquierda antes de la restauración.
Estado del graderío y la pared izquierda antes y después de la restauración.

En el caso de las cubiertas se diferenciaron por su material. Aquellas fabricadas en zinc presentaban chapas perdidas, juntas abiertas, problemas de entradas de agua, pudriciones, y pérdida de ornamentos y rastreles. Por su parte, el tejado sufría roturas y carencia de tejas, parches, fracturas en las cornisas, pérdidas de falsos techos e instalaciones de evacuación de agua rotas.

La fachada exterior no mostraba indicios de fallos estructurales, sin embargo, sí presentaba graves alteraciones de su apariencia: había perdido molduras, medallones y basas de pilastras, entre otros elementos; había sufrido burdos enfoscados con cemento y en otras ocasiones se había dejado el ladrillo a la vista; algunos vanos se habían cegado; y las carpinterías originales se habían perdido.

Igualmente, la fachada interior, orientada hacia la cancha, mantenía un buen estado estructural, pero se encontraba profundamente modificada. Las naves construidas para dar servicio al garaje y taller mecánico se habían adosado al frontis y parte de esta fachada, destruyendo en buena medida la ornamentación original. Las barandillas y las carpinterías originales también se habían perdido.

La fachada exterior del graderío había quedado encajonada por nuevos edificios, mantenía su solidez estructural pero presentaba múltiples erosiones, humedades, vegetación parásita, parches de enlucidos o huellas de las naves construidas en la parte norte del callejón.

Fotografía del vuelo de la cubierta del graderío después de la restauración. Fotografía del vuelo de la cubierta del graderío antes de la restauración.
Vuelo de la cubierta del graderío antes y después de la restauración.
Fotografía de la cubierta de zinc del graderío después de la restauración. Fotografía de la cubierta de zinc del graderío antes de la restauración.
Cubierta de zinc del graderío antes y después de la restauración.

Hacia el interior del frontón, las gradas eran el elemento con mayor impacto. A pesar de estar conservadas en lo esencial, la mayoría de las galerías habían sido tapiadas con ladrillo hueco y enfoscado, y las balconadas corridas habían sido parcialmente eliminadas, modificando sustancialmente la composición original. Además, en la mayoría de los pisos faltaban los entablados de madera o estaban muy deteriorados. Por supuesto, no quedaba ningún resto del graderío a pie de cancha.

Las características viguetas metálicas se conservaban íntegras, aunque en algunos lugares habían sufrido cortes para emplazar un montacargas u otras instalaciones. Se observaban también oxidaciones superficiales que no afectaban, sin embargo, a su capacidad de carga. Por su parte, las bovedillas de ladrillo padecían una degradación más acusada que las viguetas, en especial en los pisos superiores. Muchas presentaban roturas y descomposición.

Las dependencias del cuerpo principal mostraban el abandono al que el edificio había sido sometido. Existía gran acumulación de escombros y basura, se habían perdido las instalaciones de agua o electricidad y había desaparecido la mayor parte de las carpinterías de puertas y ventanas.

El estado del frontón era preocupante, no obstante, mantenía muy dignamente su estructura original, lo que indica la calidad del proyecto arquitectónico que diseñó Joaquín Rucoba.

Fotografía de la cancha después de la restauración. Fotografía de la cancha antes de la restauración.
Aspecto de la cancha antes y después de la restauración.
Fotografía de la fachada interior después de la restauración. Fotografía de la fachada interior antes de la restauración.
Vista de la fachada interior antes y después de la restauración.
Fotografía de la fachada interior después de la restauración. Fotografía de la fachada interior antes de la restauración.
Fotografía de la fachada interior después de la restauración. Fotografía de la fachada interior antes de la restauración.
Fotografía de detalle de la decoración neomudéjar después de la restauración. Fotografía de detalle de la decoración neomudéjar antes de la restauración.
Detalle de la decoración neomudéjar antes y después de la restauración.

Las actuaciones

Tras el pormenorizado estudio de conservación del frontón, se estableció un plan de actuación dividido en varias fases.

Las primeras acciones consistieron en la eliminación de los elementos en malas condiciones que supusieran un peligro o pudiesen producir la pérdida de otros susceptibles de reutilización. A continuación, se aseguró la estanqueidad de las cubiertas, reponiendo las partes perdidas o deterioradas y se desarrolló el sistema de evacuación de aguas pluviales que se había perdido.

La cimentación del edificio se reforzó y se recuperó la verticalidad de los muros en su interior, de tal forma que se garantizaba la estabilidad del frontón.

En una siguiente fase se intervinieron las gradas, donde la mayor parte de las viguetas se encontraban en buen estado y se sustituyeron las que presentaban roturas.

Después se intervinieron las fachadas. Para la exterior, en la calle Marqués de Riscal, se recuperaron todos los elementos de los que quedaban restos o se conservaban completos como escudos, guardapolvos, pilastras y balaustradas. Se trató de un trabajo minucioso debido al mal estado de la fachada y al objetivo de poder recuperar el estado más próximo posible a las trazas originales proyectadas por Joaquín Rucoba. Con esta idea se recuperó la balaustrada superior y el rótulo con el nombre de Beti Jai, ambos elementos desaparecidos.

Fotografía de la fachada exterior después de la restauración. Fotografía de la fachada exterior antes de la restauración.
Fachada exterior antes y después de la restauración.
Fotografía de detalle de las decoraciones después de la restauración. Fotografía de detalle de las decoraciones antes de la restauración.
Detalle de las decoraciones antes y después de la restauración.
Fotografía de la fachada posterior neomudéjar después de la restauración. Fotografía de la fachada posterior neomudéjar antes de la restauración.
Fachada posterior neomudéjar antes y después de la restauración.
Fotografía de la fachada exterior de las gradas después de la restauración. Fotografía de la fachada exterior de las gradas antes de la restauración.
Fachada exterior de las gradas antes y después de la restauración.

Para el rótulo se utilizaron como modelo algunas letras originales que se hallaron en la fachada interior, cuyo tamaño se dobló para adaptarse a las dimensiones de la fachada exterior.

Este mismo proceso se siguió en las restantes fachadas, la exterior del graderío, donde se eliminó la vegetación parásita, y la interior, donde se recuperó la disposición original y los materiales, en especial los ladrillos faltantes, que fueron colocados a mano para garantizar su rejuntado y protección.

Finalmente se eliminaron todos los elementos que no correspondían con el proyecto original del frontón, como el tabicado y tapiado de las gradas. Tras esto, se procedió a la limpieza y protección de la cerrajería original.

Las cubiertas se recuperaron tal y como eran en su origen, respetando los lambrequines o elementos de madera que las remataban en el interior de las gradas.

Durante todo el proceso de restauración se analizaron todos los elementos constructivos localizados para determinar si pertenecían al proyecto original y, de no ser así, prescindir de ellos. Gracias a este proceso se hallaron tejas originales en el cuerpo principal, comprobando que se habían fabricado en 1894 en la Gran Tejería de Eloy Silió, con una forma plana muy característica. Gracias a este hallazgo se pudieron tomar moldes y fabricar de nuevo para devolver las cubiertas al estado más próximo al proyecto de Rucoba. Por otra parte, todos los azulejos que se hallaron en buen estado se dataron, numeraron y conservaron.

Estos trabajos de restauración contaron con una moderna técnica de levantamiento con láser escáner del edificio y con un modelado en 3D del mismo que facilitaron la labor en las diferentes fases.

Fotografía de la estructura de hierro de las gradas después de la restauración. Fotografía de la estructura de hierro de las gradas antes de la restauración.
Estructura de hierro de las gradas antes y después de la restauración.
Fotografía del graderío y vuelo de la cubierta después de la restauración. Fotografía del graderío y vuelo de la cubierta antes de la restauración.
Graderío y vuelo de la cubierta antes y después de la restauración.
Fotografía de detalle de los balcones de las gradas después de la restauración. Fotografía de detalle de los balcones de las gradas antes de la restauración.
Detalle de los balcones de las gradas antes y después de la restauración.

La restauración del emblemático frontón no solo responde a la obligación de proteger el edificio y su arquitectura, sino a la necesidad de entender, imaginar y recordar el gran punto de encuentro que fue Beti Jai para los madrileños.