Su fachada exterior mostraba un paramento simétrico, de estilo historicista, inspirada en la Ópera Garnier de París, y dividido en dos cuerpos. El inferior contaba con un pequeño zócalo de piedra artificial que conectaba con un revoco almohadillado, donde se ubicaban los accesos, siete arcos de medio punto. El cuerpo superior también revocado, se articulaba mediante pilastras que otorgaban verticalidad a la composición y realzaban los siete balcones situados sobre los arcos de acceso inferiores. En todos los casos, una sencilla balaustrada de mármol cerraba la balconada, salvo en el vano central que contaba con una balaustrada de cerrajería. Completaban la ornamentación de la fachada diferentes molduras, guardapolvos, medallones con el anagrama de la empresa promotora —Arana, Unibaso y Cía— y guirnaldas, entre otros elementos. Por última, una cornisa rematada por una balaustrada superior coronaba la parte superior.
Hacia la cancha, este cuerpo principal disponía también de una fachada interior de estilo neomudéjar levantada en ladrillo rojo con revocos blancos en impostas, cornisas y pilastras. En altura, se estructuraba en tres cuerpos mediante una composición que apostaba por la verticalidad. En su parte inferior, se abría una puerta central que permitía el acceso a la pista, un arco de herradura, flanqueado por dos vanos igualmente de herradura. En el segundo cuerpo, sobre la puerta de acceso, una ventana en forma de óculo con acceso al piso del entresuelo se destinaba, según el proyecto de Rucoba, al cuadro contador que cerraba por completo este vano, ocultando el espacio donde se colocaba el apuntador, quien por medio de un timbre eléctrico cambiaba las numeraciones. Esta descripción del contador que recoge el proyecto de Ruboca, apunta a la existencia de dos tableros en el frontón, a los que también se refiere la prensa de la época al situar el marcador en la parte superior de la pared izquierda.
Enmarcaban la zona del marcador en la fachada dos balcones en forma de arcos de medio punto. Por su parte, el volumen superior disponía de tres vanos adintelados rematados por óculos con molduras de inspiración arabesca. Completan esta fachada ricas decoraciones neomudéjares, probablemente de escayola, perdidas con el paso del tiempo.
A pesar de encontrarse orientada hacia el interior del frontón, Rucoba concibió esta fachada como un frente urbano para mantener la ilusión de que los aficionados se encontraban en una plaza pública, una sensación que se veía reforzada por el hecho de mantener la cancha descubierta, respetando el espíritu de la tradición y del juego de pelota en frontones abiertos o en espacios urbanos improvisados.
En uno de sus extremos laterales, la fachada neomudéjar quedaba unida sin solución de continuidad con el frontis —muro del frontón o triquete contra el que se lanza la pelota— que formaba a su vez ángulo recto con la pared lateral izquierda para dar forma a la cancha. En el externo contrario, la fachada interior formaba ángulo con las gradas.
En lado norte de la parcela, enfrentado al cuerpo principal, se encontraba un cuerpo secundario o posterior del edificio, con una superficie de 190 m² que según el proyecto de Rucoba, se destinaba a las áreas de servicio: habitaciones para los pelotaris, cocina, sala de café, enfermería, y almacenes para los útiles o «herramientas» de juego. Además, dos cajas de escalera permitían el acceso a las localidades ubicadas en las plantas superiores.
El graderío discurría entre los cuerpos principal y el posterior, uniendo ambos. Todavía en la actualidad es, sin duda, el elemento más interesante y especial de Beti Jai. A diferencia de otros frontones madrileños, en este caso, las gradas no eran rectas, sino que su planta formaba un cuarto de elipse para aumentar la distancia entre la cancha y el público, mejorando con ello la visibilidad.
En su totalidad, el graderío dispone de cinco plantas en altura, cuatro de las cuales contaban con localidades para el público denominada de abajo arriba, tendido, platea, grada y andanada, que marcaban en precio de los asientos, siendo los más económicos las de andanada. Toda la superficie interior de la planta baja estaba ocupada por una zona de almacén que comunicaba con la cancha a través de algún acceso puntual.
En altura, a esta primera planta almacén se superponían otras cuatro de graderío cubierto con una superficie de 450 m2 cada una. Todas ellas fueron ideadas como galerías abiertas hacia la cancha y cerradas con una baranda corrida y ligeramente volada o adelantada. Estas barandillas eran de hierro forjado con delicados ornamentos.